Cuando en una pareja uno de los dos toma todas las decisiones pensando que está haciendo lo correcto lo que suele ocurrir es que el otro va perdiendo la confianza en si mismo y no toma ninguna decisión quedandose a espensas de lo que la otra persona diga.
Esto va minando la confianza en uno mismo y eso es lo peor que le puede pasar a alguien. Intentar cambiar a una persona termina por llevar la relación a un mal desenlace.
Un
caballero de brillante armadura que viaja por la campiña. De repente
escucha a una mujer llorar de angustia. En un instante cobra vigor.
Apura su caballo y corre hasta el castillo de la dama, donde cae en la
trampa de un dragón. El noble caballero saca su espada y mata al dragón.
Como resultado de ello, es recibido afectuosamente por la princesa.
Cuando
se abren las puertas es bien recibido y festejado por la familia de la
princesa y la gente del pueblo. Es invitado a vivir en el pueblo y se lo
reconoce como un héroe. Él y la princesa se enamoran.
Un
mes después el noble caballero emprende otro viaje. A su regreso
escucha a su amada princesa que grita pidiendo ayuda: otro dragón ha
atacado el castillo. Cuando llega el caballero saca su espada para matar
al dragón.
Antes de blandirla, la princesa le grita desde la torre: “no uses tu espada, usa este lazo corredizo. Funcionará mejor”.
Ella
le arroja el lazo y le hace señas para darle instrucciones sobre la
manera de utilizarlo. Él la sigue en forma vacilante en sus
instrucciones. Lo lanza alrededor del cuello del dragón y luego tira con
fuerza. El dragón muere y todo el mundo se regocija.
Durante
la cena de celebración el caballero siente que en realidad no ha hecho
nada. De alguna manera, por el hecho de haber usado el lazo y no su
espada, no se siente muy digno de la confianza y la admiración de la
ciudad. Después del acontecimiento se siente levemente deprimido y
olvida pulir su armadura.
Un mes más tarde emprende otro viaje.
En el momento de irse con su espada, la princesa le recuerda que tenga
cuidado le pide que lleve el lazo. De regreso a casa observa que otro
dragón está atacando el castillo. Esta vez se precipita hacia delante
con su espada pero vacila, pensando que quizás tendría que usar el lazo.
En ese momento de vacilación, el dragón le echa fuego y le quema el
brazo derecho. Confundido, mira hacia arriba y ve a la princesa que le
hace señas desde la ventana del castillo: “usa el veneno. El lazo no
funcionará”.
Le arroja el veneno, que él vierte en la boca del
dragón y este muere. Todos se alegran y celebran, pero el caballero se
siente avergonzado.
Un
mes después emprende otro viaje. En el momento de irse con su espada,
la princesa le recuerda que tenga cuidado y que lleve el veneno y el
lazo. Él se siente molesto por la sugerencia pero se lo lleva por las
dudas.
Esta
vez en su viaje escucha a una mujer angustiada. En el momento de
precipitarse en su ayuda, su depresión desaparece y se siente confiado y
vivo. Pero cuando saca la espada para matar al dragón, vacila
nuevamente. Se pregunta: “¿debería usar mi espada, el lazo o el veneno?
¿Qué diría la princesa?”.
Por un momento se siente confundido.
Pero entonces recuerda como se había sentido antes de conocer a la
princesa, en aquellos días en que solo llevaba espada. Con un estallido
de confianza renovada, se desprende del lazo y el veneno y ataca al
dragón con su confiable espada. Mata al dragón y el pueblo de la ciudad
se alegra.
El
caballero de armadura brillante nunca regresó a su princesa. Se quedó
en esa nueva aldea y vivió feliz por el resto de sus días. Finalmente se
casó, pero solo después de haberse asegurado de que su nueva pareja no
sabía nada sobre lazos y venenos.
(*) John Gray. Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, Editorial Océano, 1992.
"La
Aceptación nos libera de la tentación de cambiar al otro y nos hace
libre también del peligro de ser forzados a cambiar para convertirnos en
quien no somos..."