Esto vuelve a ser uno de esos post reflexivos de cómo la tecnología se está implantando en la sociedad. De cómo estando por todos los lados sigue teniendo un elemento separador que la hace externa al ser humano y no termina de integrarse en él, la pantalla.
Es algo obvio que la evolución tecnológica está afectando a nuestras relaciones personales. Vivimos conectados al Facebook, Instagram, Whatsapp... nuestros dispositivos viven conectados y sincronizados. Es nuestra pequeña vida virtual, somos ese pequeño Sim pero necesitamos esa pantalla para gobernarlo todo.
Como decimos, tenemos una barrera que es la pantalla. El dispositivo espera nuestras órdenes. Este siempre ha sido el método tradicional de interacción pero ya se está empezando a trabajar en un concepto diferente, la tecnología invisible. El ejemplo más claro de esto son los wearables. Transmiten y recogen datos sin apenas interacción con ellos.
La idea final es que los dispositivos interaccionen entre ellos y con nosotros con el menor contacto humano de tal manera que estemos un poco más conectados a la realidad y no todo el día mirando la pantalla.
La verdad es que creo que hacia eso vamos. Hoy en día muchos de nuestros dispositivos analizan nuestros hábitos, por donde nos movemos, con quién hablamos y a partir de ahí toman decisiones, te hacen recomendaciones, te dan consejos... gestionan un poco tu vida sin tener que pedírselo a cada minuto.
Como siempre con este tema, me parece bien toda la ayuda tecnológica siempre y cuando no perdamos el contacto con la realidad. No vivamos más en esa vida virtual que en la vida social que nos rodea y cada vez vemos menos.
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