Desde hace tiempo, vivimos en la era de la productividad. Cuántas veces habremos oído esa palabra y habremos entrado en discusiones sobre ella. Lo que parece estar claro es que esta palabra cada vez es más importante en nuestra vida ya que de ella puede depender conservar un trabajo o alcanzar objetivos marcados con el menor número de recursos y tiempo consumido.
Lo primero que tenemos que saber y aceptar es que la productividad, a día de hoy, tiene muchos enemigos, entre ellos la hiperconectividad. Smartphone, tablet, ordenador, internet... añoro los días en los que la única distracción era jugar con los bolígrafos.
Existen diversas técnicas para aumentar nuestra productividad, ayudar a centrarnos a la hora de trabajar y sobre todo no quemar el mayor de los recursos, a nosotros mismos. Algunas de estas técnicas son:
- Método de escalas: Puede llegar a aumentar nuestra productividad hasta 10 veces.
- Centrarse en una tarea: No somos multitarea. No por hacer más cosas a la vez aprovechamos mejor el tiempo, es más, la calidad del trabajo desciende drásticamente.
- La regla 52/17: Cada 52 minutos de trabajo, 17 de descanso. Ahora vete y le explicas este método a tu jefe.
- Técnica pomodoro: Centrarnos en una actividad, pase lo que pase, por un tiempo definido y tomarnos descansos cortos.
En alguna ocasión ya hemos hablado de algún método de los anteriores. Hoy lo que nos ocupa es identificar a los enemigos de nuestra productividad y concentración y uno de los enemigos principales son las interrupciones ¿Pero no era la procrastinación? Sí, lo era pero quién no está realizando una tarea y revisa sus redes sociales, mira el chat, revisa una aplicación o manda un whatsapp.
Pero aún no hemos acabado. Tomar el café, nuestro compañero, el mensajero, una llamada, son interrupciones cotidianas que te pueden sacar de ese estado de concentración en el que te encontrabas y que según estudios te costará recuperar unos 23 minutos. Además, hay que añadir a todo esto el efecto umbral que ocurre cuando pensamos que somos multitarea, cambiamos de una tarea a otra rápidamente y cuando volvemos a la anterior .... ups!! No nos acordamos de los que estábamos haciendo.
El resumen de todo esto y lo más importante es que no somos multitarea. No lo somos. Si pensamos esto nuestra productividad caerá en picado, acabaremos reventados y con la sensación de no haber hecho nada al terminar nuestra jornada laboral.
Amigos lectores ¿Alguna vez habéis sufrido algo de esto?
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