Estás esperando el metro en la estación de Austerlitz (París). Dudando de si ir hacia un lado o hacia otro o qué ir a ver. Vas o vienes de trabajar con tus preocupaciones en la cabeza, vas a visitar a alguien o simplemente has entrado a preguntar y de pronto ocurre esto:
Estoy seguro que en esos poco minutos, la gente que observaba se olvidó de todo. De sus preocupaciones, de ese enfado tonto, de esa riña sin sentido. Por unos minutos sonrieron y les recorrió el cuerpo una extraña sensación de felicidad que no sabemos reconocer porque no estamos muy acostumbrados.
Este tipo de actos hace que gente como yo aún piense que hay buen rollo entre las personas más allá del beneficio propio o de la colaboración por un caso extremo. Que buscamos asociarnos por un buen fin. Que en un determinado momento de tu vida, sin saber muy bien por qué, regales un acto que provoca esa sensación de felicidad tan rara en los demás pero que tan bien sienta.
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