Nos despertamos, nos hacemos el desayuno a duras penas, lidiamos con el día que nos toca y llegamos a la cama baldados.
Tienes 30 y pico años. Tienes amigos, hablas idiomas, eres popular, tienes un buen trabajo, una vida sexual activa, un matrimonio feliz, viajas y tienes un tipazo ¿Qué más se puede pedir? ¿Tiempo? Te paras a pensar en tu fantástica vida y reflexionas: "Como esto vaya a durar 20 años más, me suicido"
Es como ese jardín tan increíble y admirable, de tanta belleza y tan florido, cuidado al detalle pero... ¿Cómo se mantiene así ese jardín?
Nuestra generación esta cansada, vive cansada, deambula cual zombie por la calle. ¿Por qué? Nuestros padres criaron, posiblemente, a más hijos que nosotros, tuvieron menos facilidades y no parecían tan cansados ¿Qué diferencia hay ahora?
La primera cosa en la que nos podemos fijar es en las vacaciones. ¿Qué vacaciones tenían nuestros padres? Equipaje, coche y a Tarragona 8 días. Playa, chiringuito, hotel y repetir. Nada más, descansaban en la medida de lo posible. ¿Cómo son las vacaciones de nuestra generación? Avión, vuelo de varias horas, país extranjero, idioma diferente, pateos interminables, madrugones para llegar a ese monumento o museo y un poco de fiesta nocturna y repetir. Terminan, llegas al curro con Jet-Lag y piensas... ¡Joder, necesito vacaciones!
Otro punto interesante a analizar pueden ser las amistades. ¿Cuántos amigos tienen nuestros padres? ¿A cuántos cumpleaños fueron a partir de los 35 años? Quedadas esporádicas y hasta dentro de otros 15 años. Nuestras agendas son una locura, apretadas, milagros y quebraderos de cabeza para encajarlas.
¿Cuánto costaba tener la curva de la felicidad? ¿Cuánto cuesta tener el six-pack de la felicidad? Se comía en casa y muy bien, muy sano y sin florituras ni arguiñanadas. Ahora, quién no conoce los restaurante más molones de su ciudad y después quién no se toma un Gin-Tonic de mango y pera para cerrar la noche.
Por ir terminando ¿Estaban nuestros padres a la última en música, cine o tecnología? Tenían sus gustos como nosotros y sus aficiones pero sin comerse la cabeza. No había prisa por ir al cine a ver un estreno, ya lo echarían en la tele. Ahora nosotros tenemos que estar a la última en series, cine, música, Facebook, twitter, Instagram... ¡Qué agobio! Y solo para tener algo de que hablar en nuestros círculos sociales.
Al final, si lo piensas fríamente te das cuenta que nuestro estilo de vida es innecesariamente acelerado, corremos sin saber donde está el fuego. A veces pienso que no es que nosotros seamos más flojos que nuestros padres, es que somos un poco idiotas.
^_^
Muy cierto. Tenemos acceso a más experiencias e información, pero al mismo tiempo parece que estemos viviendo de un modo más irreal y ficticio, viviendo para los followers en lugar de para nosotros mismos. Sin embargo nuestros padres no tuvieron que luchar con el nivel de precariedad laboral que ahora nos afecta, ni tenían hábitos consumistas tan desaforados como los que imperan en la sociedad actual, y el coste de la vida no era tan exagerado (por favor, si hasta podías plantearte comprar un piso y pagarlo. Entero. En vida!! :P ). Así que vale, parte de la culpa es nuestra, muy posiblemente seamos más idiotas que ellos (lo somos), pero creo que también tenemos dificultades diferentes a las que ellos tuvieron que enfrentarse.
ResponderEliminarTal vez deberíamos intentar simplificar nuestra vida, centrarnos en lo que de verdad importa, e intentar dejar de lado muchas de las cosas superfluas que llenan nuestro día a día. ¡Saludos!
Como dice Victor Küppers... Lo más importante es saber que los más importante debe ser lo más importante.
EliminarComo siempre un placer leerte!!