El tema del dopaje en el ciclismo es algo a lo que lamentáblemente ya estamos muy acostumbrados. A lo largo de los últimos años se han cazado ciclistas y equipos médicos dedicados a experimentar con medicamentos para mejorar el rendimiento. Ahora que parecía que la cosa estaba medio tranquila aparece un término nuevo, el dopaje tecnológico o mecánico.
Desde la aparición de las primeras bicicletas eléctricas la gente se planteaba si los equipos profesionales no podrían implementar mecanismos parecidos pero imperceptibles a simple vista.
En los últimos mundiales de ciclocross se detectó un motor oculto en uno de los participantes. El inventor de este sistema fue Istvan Varjas, ingeniero húngaro que posteriormente sacó a la luz el invento y quiso denunciar la obstrucción de la UCI ( Unión Internacional de Ciclismo) en la investigación policial.
Istvan comenta como explicó a los policías todo el sistema y como descubrirlo y que cuando la policía se presento en el Tour para realizar estos controles, la UCI los freno. Bien es cierto que hasta ahora solo se ha detectado en el Mundial de ciclocross y solo en una bicicleta.
Desde mi punto de vista esto parece más una pataleta del húngaro que otra cosa. La UCI realiza numerosos controles tanto a las bicicletas como a los corredores. Es más, si pillan una bici que pese menos de lo permitido no la dejan competir. Por este motivo no creo que la UCI se oponga a nada o al menos a nada de lo que tengan conocimiento.
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